viernes, 21 de marzo de 2014

Lost, diez años perdidos

El día que comencé este blog me preguntaba cuáles serían los criterios más adecuados a la hora de elegir cuándo y de qué escribir. ¿Intercalar crítica de cine/literatura con algo de divulgación científica? ¿retrospectivas sobre temas recurrentes en el género? ¿en qué orden y con qué frecuencia? Para bien o para mal, la que suscribe es periodista y no puede evitar dejarse llevar por la actualidad y menos aún si tiene una percha como la que le proporciona la desaparición, hace diez días, de un Boeing 777 de Malaysia Airlines con 239 personas a bordo. A muchos, además de la preocupación, os ha despertado la memoria, ¿verdad?  Si la respuesta es afirmativa, adelante; hablemos de Lost.


Fotomontaje con los personajes principales de Lost a lo largo de sus seis temporadas

Advierto desde el principio que no me considero fan y que, como muchos, tras abandonarla en su tercera temporada, me vi abocada a un binge watching en toda regla para llegar al día —o mejor dicho, madrugada— a la cojo-emisión simultánea de su último capítulo en varios países. No me arrepentí. De hecho me gustó mucho más el final de la historia que el arranque. ¿Por qué a los guionistas les cuesta tantos capítulos desvelar que están hablando de viajes en el tiempo y entre realidades?

Echemos un vistazo a justo diez años atrás -otra percha, da algo de miedo- y recordemos dónde estábamos aquel  22 de septiembre de 2014 cuando J.J. Abrams y su equipo desplazado a Hawaii se asomaban por el canal ABC norteamericano. Nos vendían el acontecimiento, la superserie grabada con presupuesto de gran producción, como una versión ficcionada del reality show de moda entonces, Supervivientes, pero con toques de intriga que nos iban a hacer estremecer en nuestros sillones. Y así fue al principio, aunque en España lo hicimos con mucho retraso y cambiando de canal y horario constantemente.

En la primera temporada los del 815 de Oceanic se estrellaron, se organizaron, nos contaron sus vidas en flash-back y apareció un oso polar. Menuda revolución, qué cortinilla de comienzo —la palabra Lost, volando en un fundido negro como el mejor de los salvapantallas—. Luego vino el monstruo invisible y, sorpresa, descrubrimos que no estaban solos, que otros, "Los Otros", habían llegado 16 años atrás y que había una escotilla, que no se abriría hasta acabar la temporada.

Buen cliffhunger pero mal negocio. ¿Qué hacemos con los fans? ¿les vendemos camisetas raídas?  No hay problema, en la segunda temporada nos sacamos de la manga a la Iniciativa Dharma, otros otros, que pasaron por allí también hace la torta, construyeron un búnquer y dejaron dentro a un señor muy guapete que tenía que pulsar un botón cada 108 minutos... con muchas tazas, platos, unifirmes que ponían eso: Iniciativa Dharma. ¡Hala a facturar y a irnos de madre!

Por cierto, la ABC sacó mokumentaries de la Iniciativa Dharma, aquí sí olé, olé y olé.

El viaje... de los guionistas


Llegó la tercera y cuarta temporadas... y como en aquella isla ya empezaba a haber más gente que en Marina D'Or, los guionistas decidieron sacar a unos cuantos y empezar a jugar con dos líneas temporales —bien—, mezclarlas con los flashforward de una de ellas —mal—y con acción real —fatal, sobre todo porque en la quinta ésta entraba en bucle con viajes aleatorios en el tiempo—. Menos mal que aquí fue cuando me di el atracón y pude seguir el hilo... conozco a varios que se 'quedaron' por el hecho verla al día y saltando de canal en canal aquí en este país donde mueren las series.

Exposición de Canal Fox en Madrid (2008)
No hay mayor placer para un seguidor de los viajes en el tiempo que pensar en paradojas (lo que viene llamándose buscar friki-fallos de racord ), ver cómo se cruzan personajes en diferentes realidades/momentos, y encontrar 'armonías' en sucesos y objetos que se repiten en lugares y tiempos distintos... Pero la traca de estos episodios de Lost fue de frenopático —alucinad con la  Lostpedia—, y de salir gritando sin sentido "4, 8 ,15, 23 y 42", secuencia que no supimos nunca qué significaba realmente al final pero que dio más oportunidades a un merchandising que incluía hasta botellas de vino... Dharma, cómo no.
 
Al final, en la sexta temporada, nos juntaron cielo, infierno y muerte, se inventaron el concepto "flash-sideways" y nos abandonaron, en vez de buscando teorías —que era lo que tenían que haber hecho años atrás—, buscando el sentido a toda la serie. No entraré en detalles, ya he espoileado bastante, y aunque a muchos les indignó la resolución, a mí me pareció un digno final para un digno desfase. Además, me pasó algo que no reconoceré mas allá de este post: descubrí que lo entendía todo durmiendo al día seiguiente, o más bien recuperando el sueño perdido la madrugada anterior. ¿Revelación?

No, simplemente me estaba preparando subconscientemente para Fringe.

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